Cargo de buen oficiante de la ONU sigue vacante, lo que favorece estrategia de Guyana en el reclamo venezolano por el Esequibo

Cargo de buen oficiante de la ONU sigue vacante, lo que favorece estrategia de Guyana en el reclamo venezolano por el Esequibo

Termina enero y el secretario general de la ONU, el portugués António Guterres, no ha nombrado al nuevo buen oficiante, encargado de que la mediación entre Venezuela y Guyana arroje resultados concretos que permitan mantener con vida ese mecanismo de solución pacífica de la controversia y hallar una salida al reclamo de Caracas por el territorio Esequibo. Todo esto juega a favor de la propuesta  de Georgetown de que sea la justicia internacional que decida sobre el tema.

Venezuela y Guyana mantienen una controversia por el Esequibo y las áreas marinas y submarinas que su proyección genera. Georgetown asegura que la zona es suya, según lo decidió el Laudo Arbitral de París, de 1899. Venezuela afirma que tiene derechos de soberanía en el territorio y mantiene como política de Estado que la decisión internacional es nula írrita.

La reclamación, que data de cuando Guyana era parte del Reino de Gran Bretaña, sigue viva por el Acuerdo de Ginebra, firmado en febrero de 1966, que establece que las partes “deben buscar soluciones satisfactorias para el arreglo práctico de la controversia. De la necesidad de hallar salidas fue que se optó, a finales de la década de los ochenta, por los buenos oficios de la ONU, que adelanta un representante del secretario general de la organización mundial –escogido por las partes- que debe instar a solventar el diferendo.

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Presidente de Guyana, David Granger, en la V reunión de la Celac

Ha habido tres buenos oficiantes, todos caribeños: Alisyter McIntyre, de Grenada; Óliver Jackman, de Barbados (murió en 2007), y Norman Girvan, de Jamaica, que falleció en abril de 2014.

Venezuela ha apostado por mantener los buenos oficios, basados en la negociación y el acuerdo, por considerar que son la mejor opción para hallar una salida a la controversia y así evitar la justicia internacional, arena en la que no ha obtenido buenos resultados.

Guyana mantenía esta posición hasta que David Granger llegó al poder en 2015. Desde ese momento todo se fue ajustando para tratar de demostrar que el mecanismo se agotó y que había que tomar otro camino, el de la Corte Internacional de Justicia, con sede en La Haya.

Desde Georgetown comenzó un trabajo diplomático que incluyó discursos del propio Granger en la ONU en los que presionaba al entonces secretario general de la ONU Ban Ki-moon, a tomar una decisión.

Ban habló con las partes, analizó, estudió, consultó y el 16 diciembre de 2016 emitió un comunicado en el que anunció su decisión, de la que destacan estos tres aspectos:

  • Los buenos oficios continuarán “por un último año hasta el fin de 2017 con un mandato reforzado de mediación”.
  • Si al final de 2017 el secretario general de la ONU concluye que no se han “logrado avances significativos hacia un acuerdo para la solución de la controversia”,  se elegirá la Corte Internacional de Justicia como “el medio de solución” a menos que ambos países, “en forma conjunta”, pidan no hacerlo.
  • El nuevo secretario general de la ONU deberá nombrar, “poco después de asumir sus funciones” un nuevo buen oficiante.

Guterres hasta ahora ha incumplido con lo establecido por su antecesor, incluso ha emitido 20 comunicado y en ninguno se ha referido al tema. EL tiempo pasa y el texto de Ban deja claro que los buenos oficios son solo hasta este año a menos que los avances en el trabajo arrojen resultados concretos que justifiquen prorrogarlo.

No está clara cómo se selecciona al buen oficiante. Fuentes indicaron que para escoger a Girvan los dos países se pusieron de acuerdo en función de unos candidatos avalados por la Secretaría General de la ONU. Una vez aprobados lo notificaron a Nueva York, donde lo anunciaron y le dieron la responsabilidad.

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Canciller de Venezuela, Delcy Rodríguez

Se desconoce cómo ha sido ahora o si han negociado. Nada se ha dicho dese las Cancillerías de ambos países ni en la prensa venezolana ni en la guyanesa. Fuentes diplomáticos informaron debería faltar poco para que Guterres anunciara a “su nuevo representante personal para darle una oportunidad a los buenos oficios”. El tiempo sigue transcurriendo y a favor de la posición de Guyana de no hacer nada para ir a la Corte Internacional de Justica, a menos que se produzca un cambio grande en las negociaciones o que desde Venezuela se pueda jugar una carta distinta.

Trump sigue siendo un enigma para Venezuela

Trump sigue siendo un enigma para Venezuela

Donald Trump asumirá el 20 de enero de 2016 la Presidencia de Estados Unidos con muchas interrogantes sin responder. Una de ellas es cómo será su relación con América Latina y, en especial, con la revolución bolivariana que lidera Nicolás Maduro. Expertos se aventuraron a pronosticar que los nexos se caracterizarán por la tensión y la dureza de Washington hacia Caracas.

Todo está listo para el traspaso de mando. Después de ocho años en la Casa Blanca, Barack Obama entrega el testigo de la jefatura del país más poderoso del mundo al político republicano que choca con muchas de las prácticas tradicionales de su partido pero que logró conectar y movilizar al electorado de esa organización.

Son pocos los temas sobre los que ha adelantado acciones a tomar, más allá del cambio del sistema de salud conocido como ObamaCare, que benefició a miles de familias estadounidenses. En materia de política exterior, el silencio es mayor y si miramos a lo que podría ser su relación con América Latina y más específicamente con Venezuela, es realmente total.

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El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, con el exalcalde de Nueva York Rudolph Giuliani. Cortesía web Trump

No hay muchas pistas de lo que hará con Caracas, más allá de aquella intervención que realizó el 2 de noviembre en Florida en medio de la campaña presidencial. “Mostraremos solidaridad con los pueblos sufridos de Cuba y de Venezuela, que se concentran en los alrededores de Doral, contra la opresión de los regímenes de (Raúl) Castro y (Nicolás) Maduro. (…) Cancelaremos el acuerdo unilateral de (Barack) Obama con Cuba hecho a través de una orden ejecutiva si no conseguimos el trato que queremos y el acuerdo que se merecen la gente que vive en Cuba y aquí, inclusive que proteja libertades políticas y religiosas”, dijo.

Hace unos días se supo por el diario El País, de Madrid, que mantuvo una reunión con expertos de América Latina, a los que supuestamente les preguntó por Venezuela y por Centroamérica.

Desde Venezuela, por el contrario, en la última semana le han hecho uno que otro guiño. El presidente Nicolás Maduro ha asegurado que no podrá ser peor que su predecesor, que contra Trump hay una campaña de odio y ha reiterado su interés de tener relaciones de respeto con Estados Unidos.

Incluso se ha cuidado mucho de no atacar al mandatario electo por la decisión de Obama de renovar por un año más –hasta marzo de 2018- la orden ejecutiva 13692 en la que establece sanciones a funcionarios y exfuncionarios del Gobierno de Maduro que hayan cometido violaciones de derechos humanos en 2014. Ese texto lo rechaza Caracas porque cuando argumenta las razones por las cuales se aplica, se considera a Venezuela como una “amenaza inusual y extraordiaria para la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos”.

Fidel Canelón, profesor de la Universidad Central de Venezuela,  afirmó que se supone que Trump “debe continuar con esa política y hasta ampliarla y radicalizarla”. “Pero esos son puros supuestos”, aclaró.

La politóloga María Isabel Puerta advirtió que las relaciones entre Caracas y Washington dependerán de “cómo la combinación Tillerson más el Partido Republicano influya sobre las decisiones de Trump, además de Vladimir Putin, presidente de Rusia”.

Rex Tillerson fue nominado por el mandatario electo de Estados Unidos para ser secretario del Departamento de Estado, ente encargado de la diplomacia del país. Fue hasta hace meses director exejecutivo Exxon Mobil, corporación que estuvo operando en el país hasta que Hugo Chávez ordenó la nacionalización de algunos proyectos en los que ella trabajaba.

Tillerson apoyó la operación de la empresa petrolera en el bloque costas afuera Stabroek, otorgado por Guyana, y que llega a tocar áreas marinas y submarinas que reclama Venezuela como parte del Esequibo.

Puerta señaló, en cuanto a la orden ejecutiva, que ella tiene apoyo en el Congreso y sobre todo entre los Republicanos. “El problema sería contradecirlos”, agregó.

Orlando Pérez, profesor del College de Artes, Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Millersville,  dudó que el Ejecutivo de Trump vaya a levantar las sanciones, “por lo menos en el corto plazo; hay que recordar que los republicanos que están en el Congreso las apoyan y hay algunos que las quieren endurecer”.

Alertó que Tillerson no tendría buenas relaciones con Maduro por todo lo sucedido con Exxon Mobil en Venezuela, por lo que es de esperar que esto se extienda hasta el mandatario. “Trump va a necesitar ser ‘fuerte’ con alguien y Maduro es el objetivo políticamente fácil”, comentó.

Expertos desaprueban la política exterior de Venezuela en 2016

Expertos desaprueban la política exterior de Venezuela en 2016

El 2016 fue un año difícil para el Gobierno de Venezuela en la arena internacional. Debió enfrentar críticas por su accionar, en especial, por la existencia de presos políticos y por la suspensión de la celebración de un referendo revocatorio presidencial, previsto en la Constitución. También vio cómo hubo un cambio de signo político en Suramérica, lo que amenaza con aislarlo en la región. Para enfrentar esto, mantuvo la llamada diplomacia bolivariana de paz que, según la mayoría de los expertos consultados, no se tradujo en beneficios para el país ni para los ciudadanos.

Esa  política exterior tuvo tres ejes: luchar contra la idea de que el Ejecutivo está reñido con la democracia; la búsqueda de aliados que permitieran demostrar tanto a lo interno como a los externo que el Gobierno no estaba aislado, y seguir agitando la bandera de la soberanía y de la no intervención en los asuntos internos de los Estados.

Algunos analistas, catedráticos y exdiplomáticos consultados vía Twitter fijaron su posición sobre la diplomacia del Ejecutivo de Nicolás Maduro. Para unos hubo éxitos, para otros ningún resultado positivo, mientras que otros cuestinaron la existencia de una verdadera política exterior

Laila Tajeldine, analista político: «Fue exitosa. Nuestra Venezuela pudo neutralizar las intenciones de uno de los órganos que más ha amenazado a la región, la Organización de Estados Americanos (OEA). Presidir el Movimiento de Países No Alineados (Mnoal) es un reconocimiento a la diplomacia bolivariana por su voz alternativa que añoran los pueblos».

Nahem Reyes, historiador y analista: «Sin duda, el peor balance de política exterior alguna en su historia. Estuvo marcada por cero logros, la suspensión del Mercosur y recurrentes cierres fronterizos».

Eloy Torres, miembro del Consejo Venezolano de Relaciones Internacionales (Covri): «La política exterior fue un desastre: cero logros, 1.000 derrotas que ellos (el Gobierno) llaman ‘victorias soberanas'».

María Teresa Romero, internacionalista y exprofesora de la Universidad Central de Venezuela (UCV): «Realmente hubo una antipolítica exterior que dejó por el suelo la imagen de Venezuela. Nos hizo perder posiciones multilaterales y con Guyana».

Mirna Yonis, profesora de Relaciones Internacionales de la UCV: «En 140 caracteres se resume así: costosa, acompañada de fracasos, escándalos e incumplimientos».

Carlos Bivero, exdiplomático de Venezuela: «Estamos aislados de la realidad, a la defensiva; hubo muchos ruidos y pocas nueces».

Brigitte Rivas, profesora de Relaciones Internacionales de la UCV: «(la política exterior) Logró hacernos más pobres, excluidos y poco deseados en el resto del mundo».

Óscar Hernández, exdiplomático venezolano: «Los logros obtenidos fueron negativos para el gobierno y peores para la nación».

Hechos. A lo largo de los 366 días de 2016 ocurrieron diversos hitos en la escena internacional en los que participó directa e indirectamente el Gobierno de Venezuela.

Suramérica. La región entró en 2016 en un cambio de signo político que dejó a Venezuela aparentemente aislada. Mauricio Macri asumió la presidencia de Argentina el 10 de diciembre de 2015. Durante la campaña electoral en el país suramericano fue muy crítico con Maduro, y cuando asumió el poder intentó bajar el tono a través de su canciller Susana Malcorra. Al final mantuvo el enfrentamiento verbal aunque no respondió a los calificativos de sicario que le endilgaron desde Caracas.

El Senado de Brasil destituyó a la presidenta Dilma Rousseff, acusada de malas prácticas contables, después de un proceso que duró nueve meses. Asumió el vicepresidente Michel Temer. A pesar de ser un proceso previsto en la Constitución, Maduro, su canciller, Delcy Rodríguez, y otros voceros, aseguraron que la ahora exmandataria fue víctima de un golpe de Estado parlamentario. Incluso han calificado a Temer de dictador.

Pedro Pablo Kuczynski, de centroderecha, ganó la presidencia de Perú. Crítico del modelo de Venezuela, en algún momento impulsó la aplicación de la Carta Democrática Interamericana a Caracas.

Con un resultado ajustado la mayoría de los bolivianos dijo «No» a una nueva reelección del presidente Evo Morales. A pesar de que ahora el mandatario está buscando la manera de burlar la decisión popular, esto significa para Venezuela la pérdida de un aliado directo en la región.

Chile se ha vuelto poco a poco más crítico con Caracas, en especial después de la detención en septiembre del periodista Braulio Jattar, quien tiene la nacionalidad del país sureño. Igual ha pasado con Uruguay que con Tavaré Vásquez en el poder, ha ido cambiado lentamente su posición hacia el Gobierno de Maduro.

Esta reconfiguración no ha favorecido a Maduro, que se ha dedicado a atacar las críticas pero sin ningún cambio. Esto podría agravarse cuando en este año se nombre a un nuevo secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) que sustituya al colombiano Ernesto Samper, de quien se ha dicho es cercano a Caracas.

OEA. El secretario general de esta organización, el uruguayo Luis Almagro, se dedicó a mostrar el alcance de la crisis humanitaria que vive el país y a tratar de hallarle salidas. Preparó un informe que sería el comienzo de la activación de la Carta Democrática Interamericana. Venezuela intentó impedirlo hasta que en julio no pudo más. Trató de evitar una reunión que al final se dio. Perdió la votación y con 20 votos a favor de 34 posibles Almagro presentó el documento. Muchos consideran que se activó la CDI. Caracas logró postergar la convocatoria de un Consejo Permanente para decidir si en el país hay una alteración del orden constitucional y que la mayoría apoyara el diálogo que Caracas impulsó con Samper para obstaculizar la activación de la carta.

Diálogo. El gobierno logró incluir al Vaticano como mediador en la mesa de diálogo que quería instalar con la oposición, que justamente había puesto como condición para participar la presencia de un enviado del papa Francisco. Cuando la situación del país era más compleja por la decisión del Ejecutivo de Maduro de detener con una sentencia de tribunales regionales el referéndum revocatorio y la oposición estaba dispuesta a medirse en las calles para recuperar el derecho, el Papa envió un emisario. Fue así como en octubre se instaló la mesa que produjo un acuerdo que el propio secretario de Estado del Vacatino, monseñor Pietro Parolin, denunció que el Ejecutivo ha incumplido y que establece, entre otras cosas, la liberación de presos políticos, la apertura de un canal humanitario y el establecimiento de un cronograma electoral. Este diálogo cuenta con el aval de la Unión Europea, Estados Unidos y la OEA

Mnoal. Venezuela asumió la presidencia pro témpore del grupo de países no alineados. El acto se celebró en la isla de Margarita, en septiembre, cuando Maduro y su Ejecutivo sentían una gran presión regional, con un secretario general de la OEA cada vez más crítico, con una crisis humanitaria que se agravaba día a día, después de ocurrida la marcha opositora llamada «La toma de Caracas» y con el fiasco de no poder asumir la presidencia pro témpore de Mercosur. Maduro vendió esto como un triunfo, como una muestra de apoyo de los 120 países que conforman el grupo. Diplomáticos consultados dijeron que la reunión distó mucho de ser un éxito; solo se dieron cita una decena de presidentes, siete primeros ministros y cinco vicepresidentes, cuando en el encuentro anterior, celebrado en Irán en 2012, se reportó la asistencia de 24 mandatarios, tres reyes, 8 primeros ministros y 50 cancilleres. Además, no hubo grandes discursos a favor del país e incluso Guyana aprovechó la tribuna para buscar apoyos contra el reclamo de Venezuela por el Esequibo.

Mercosur. El Gobierno debía asumir la presidencia pro témpore del bloque entre julio y diciembre del año pasado. Con el cambio de signo político en Argentina y Brasil, esto se puso cuesta arriba para el país. Los llamados miembros fundadores se pusieron de acuerdo y nombraron un comité integrado por representantes de esos cuatro países (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) para liderar Mercosur. Caracas no lo aceptó y mantuvo la idea de que seguía ejerciendo la presidencia. A comienzos de diciembre los miembros fundadores de Mercosur declararon que Venezuela no había cumplido con la adopción del acervo normativo del bloque, con lo que cesaron sus derechos como miembro pleno. Rodríguez protestó y fue a Buenos Aires a impedir el traspaso de la presidencia a Argentina, lo que no logró. Casi a finales de año la funcionaria emitió un comunicado en el que formalmente transfería a Buenos Aires la presidencia, algo que el Caracas nunca tuvo ni ejerció y que se había transferido con 15 días de antelación.

Guyana. Ya cerca del final de su mandato como secretario general de la ONU, Ban Ki-moon emitió un comunicado en el que estableció que el mecanismo de los buenos oficios para resolver la controversia derivada del reclamo de Venezuela por el territorio Esequibo y las áreas marinas y submarinas que su proyección genera duraría hasta finales de 2017 y se renovaría si hubiera resultados concretos. De lo contrario, el tema pasaría a la Corte Internacional de Justicia, algo que Caracas siempre ha evitado. La canciller Rodríguez calificó la decisión como un triunfo de la diplomacia bolivariana. Expertos y fuentes diplomáticas adelantaron que si bien se logró mantener los buenos oficios por un año, había que prepararse con buenos asesores para acudir a la justicia internacional para resolver la controversia.

Futuro del reclamo de Venezuela por el Esequibo en manos del nuevo secretario general de la ONU

Futuro del reclamo de Venezuela por el Esequibo en manos del nuevo secretario general de la ONU

El portugués António Guterres asumió el primero de enero la Secretaría General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) por los próximos cinco años. Varios retos tendrá el sucesor de Ban Ki-moon, entre ellos el del futuro del reclamo de Venezuela por el territorio Esequibo.

Este ingeniero, quien militó en el Partido Socialista de Portugal, fue primer ministro de su país, presidente de la Internacional Socialista y por diez años (2005-2015) alto comisionado de la ONU para los Refugiados.

El primer día en el cargo dirigió un mensaje al mundo, en el que solicitó unir esfuerzos por lograr la paz.

“En el comienzo de este nuevo año les pido a todos que nos unamos para pedir un deseo, que coloquemos a la paz en primer lugar; apelo a todos para que se unan a mi compromiso por lograr que 2017 sea el año para la paz”, indicó.

Una de las muestras de su compromiso por la paz la tendrá en este primer año y es lograr avances en la resolución pacífica de la controversia por el territorio Esequibo.

Venezuela y Guyana mantienen una controversia por el Esequibo así como por las áreas marinas y submarinas que su proyección genera. Georgetown insiste en que es parte de su territorio, según el laudo arbitral de París, de 1899. Caracas asegura tener derechos de soberanía en la zona y mantiene su posición de que la decisión internacional es nula e írrita.

La reclamación sigue viva por el Acuerdo de Ginebra, de 1966, que establece que las partes “deben buscar soluciones satisfactorias para el arreglo práctico de la controversia”. De esa necesidad de hallar salidas, a finales de la década de los años ochenta se optó por los buenos oficios de la ONU, mecanismo contemplado en la Carta de la organización internacional que adelanta un representante del secretario general de la organización mundial –escogido por las partes-, que debe instar al arreglo de la reclamación.

Hasta ahora ha habido tres buenos oficiantes, todos caribeños: Alister McIntyre, de Grenada; Oliver Jackman, de Barbados (murió en 2007), y Norman Girvan, de Jamaica, que asumió en 2010 y murió el 9 de abril de 2014.

La llegada de David Granger a la Presidencia de Guyana, en 2015, trajo consigo un cambio en la posición del país caribeño frente a los buenos oficios. El militar retirado denunció que ese mecanismo pacífico de la controversia se había agotado, razón por la cual comenzó una campaña diplomática para presionar a fin de llevar el caso a la Corte Internacional de Justicia, con sede en La Haya.

Su accionar llevó a Ban a prometer un camino para destrabar la situación. En diciembre, a días de expirar su mandato, emitió un comunicado en el que planteó tres cosas: los buenos oficios se mantendrán hasta 2017 con un “mandato reforzado de mediación”; para ello se debe seleccionar un nuevo buen oficiante, y si al final de 2017 no se “logran avances significativos hacia el acuerdo para la solución de la controversia” el caso se remitirá a la Corte Internacional de Justicia, a menos que los Estados involucrados pidan, “en forma conjunta”, no hacerlo.

Con esto, Ban trasladó a Gutérres la responsabilidad sobre el destino de la reclamación. Sin haber calentado mucho el puesto, se tendrá que designar pronto al nuevo buen oficiante para cumplir con los lapsos establecidos. En este proceso Guyana y Venezuela deben ponerse de acuerdo en un nombre. Es más, es probable que ya haya un acuerdo sobre quién será y solo falta su oficialización, de lo contrario no habrían apostado por esta vía.

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Este buen oficiante tendrá un mandato distinto al de los tres anteriores. Ya no solo convocará y escuchará a las partes, sino que tendrá un rol de mediador; es decir, podrá intervenir en la discusión, realizar propuestas, llamar a capítulo a los actores entre otros. Será, además, los oídos y los ojos de Guterres en la discusión, el que informará si hay avances, retrocesos o si todo se estancó.

El funcionario, además, será quien decidirá si el mecanismo pacífico de solución de controversia funcionó y si se renovará o se pasará al otro estadio, la Corte Internacional de Justicia. Allí deberá hilar fino ante las presiones diplomáticas de ambos países y de sus aliados.