El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, ha sido crítico en los últimos meses con la situación de Venezuela y, en especial, con la forma como el gobierno de Nicolás Maduro la está enfrentando. Expertos consultados afirman que este giro de quien antes era un espectador busca evitar que impacte negativamente en su país lo que está ocurriendo en el territorio vecino.
En menos de una semana Santos ha enviado tres tuits críticos con Caracas, en especial con la decisión de elevar a 500.000 el número de milicianos y entregarles un fusil a cada uno. “Solicité a la canciller que pida al secretario general de la ONU poner su atención en la preocupante militarización de la sociedad venezolana”, indicó en uno de ellos.
La ministra de Relaciones Exteriores, María Ángela Holguín, no dio detalles de su reunión con António Guterres, ocurrida el 19 de abril, pero confirmó que habían abordado el tema.
El 20 de abril Santos se reunió en Bogotá con el presidente de la Comisión de Política Exterior de la Asamblea Nacional, Luis Florido. A la salida del encuentro, el legislador dijo que el mandatario había solicitado el adelanto de elecciones en Venezuela.
Estos no han sido los primeros comentarios críticos hacia Maduro y su gestión. Desde el anuncio de la fiscal general de la República, Luisa Ortega Díaz, de que las decisión 155 y 156 del Tribunal Supremo de Justicia interrumpieron el hilo constitucional en Venezuela, Santos habló incluso de la necesidad de una transición en Caracas.
Víctor Mijares, profesor venezolano de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, advirtió que el endurecimiento de la posición de Santos hacia Venezuela se basa en asuntos internos de Colombia.
“Logró la firma de los acuerdos de paz (con las FARC) pero todavía falta la implementación. Esa fase operativa requiere de la estabilidad de Colombia, pero también del vecindario. Considero que Santos percibe la amenaza de un Estado fallido que afecte los acuerdos, que serán su legado presidencial”, explicó.
Aclaró que el cambio de posición se produce cuando el rol de garante de Venezuela en los acuerdos de paz ha disminuido. “Hay que recodar que ya no negocia con las FARC sino con el ELN, y el garante de ese proceso es Ecuador”, indicó.
El exdiplomático venezolano Gerson Revanales coincide en que efectivamente hay un cambio en la postura de Santos con respecto al Gobierno chavista.
“Asumió una posición independiente y de respeto a ciertos principios. Creo que esto se debe, primero, a que dotar a la población civil de armas es armar también a los colombianos de la frontera; segundo, una vez alcanzada la paz, Maduro es un factor desechable; tercero, Colombia es un socio estratégico para Estados Unidos y Maduro está en la agenda roja de Trump”, señaló.
Advirtió que los tuits y las declaraciones de Santos “son la forma moderna de fijar posición sin necesidad de los comunicados tradicionales de Cancillería”. “Es la parte de la diplomacia presidencial”, agregó.
Afirmó que la actual posición del jefe del Estado de Colombia hacia Venezuela tiene un impacto regional. “El ratificar su posición junto a los críticos de Maduro como Brasil, Chile, México y Perú, entre otros, ratifica el cerco al gobierno”, expresó.
Francisco Sánchez, investigador del Centro de Estudios de Frontera e Integración de la Universidad de Los Andes-Táchira, coincidió en que el cambio de posición de Santos tiene que ver temas de política interior de Colombia y de política exterior.
«Obedece a la finalización del acompañamiento de Venezuela en el proceso de paz colombiano, lo que le permite opinar de forma más libre sobre la crisis venezolana. Igualmente hay una modificación en la posición de los países latinoamericanos sobre Caracas, producto de cambios de gobierno y que los nuevos están en las antípodas de la ideología chavista-madurista que se ha asumido de izquierda, e incluso no hay mayor relación en términos denegocios con el régimen venezolano –pragmatismo- porque la crisis económica no lo permite. Aún aquellos países donde los gobiernos no han cambiado de signo político como Bolivia y Ecuador son más moderados en sus opiniones, si bien siguen formalmente apoyando el gobierno de Maduro», expresó.
Indicó que con sus tuits y declaraciones el presidente de Colombia busca «dejar claro al Gobierno de Maduro que sabe perfectamente qué sucede en Venezuela, que su bajo perfil para opinar sobre la crisis venezolana se debía básicamente al acompañamiento venezolano al proceso de paz, ya firmado».
«Busca también estar en consonancia con el resto de Latinoamérica y de la mayoría de la sociedad internacional en cuanto a la posición que debe asumirse frente al régimen venezolano», agregó.
Dijo que Santos puede jugar un «rol de buen vecino» en el caso venezolano. «Ser suficientemente firme para de dejar claro a Maduro que le señalará y no cederá en los temas esenciales que están vinculados a la democracia, la crisis económica y prácticamente humanitaria, la militarización de parte de la sociedad, como lo hace multilateralmente en la OEA y también con sus declaraciones directas, pero manteniendo canales diplomáticos abiertos para ser interlocutor con el Gobierno venezolano», expresó.
Dejó ver que el impacto regional de sus declaraciones puede ser moderado dado que se suma ahora a la opinión de la mayoría de la región al «señalar al Gobierno de Maduro como responsable de la profunda y multifacética crisis de Venezuela que afecta a Latinoamérica y al continente».
Cronología de la separación
Santos llegó al poder en Colombia el 7 de agosto de 2010. Un día después su canciller Holguín se reunió entonces canciller de Venezuela –hoy presidente- Nicolás Maduro, para abrir las puertas a la reconciliación.
El 11 de agosto de 2010 el nuevo mandatario neogranadino recibió a Hugo Chávez y ambos acodaron restablecer la relaciones diplomáticas, que Caracas rompió en julio de ese año en rechazo a la decisión de Bogotá –liderada entonces por Álvaro Uribe Vélez- de presentar ante la Organización de Estados Americanos (OEA) una denuncia del supuesto apoyo del Ejecutivo chavista a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Comenzó una luna de miel entre Chávez y uno de los anteriores enemigos del chavismo, quien fue ministro de Defensa de Colombia cuando las Fuerzas Armadas de ese país mataron en un campamento insurgente en Ecuador al segundo de las FARC, alias Raúl Reyes.
Esa cooperación con el que Chávez llamó “mi nuevo mejor amigo” no estuvo exenta de problemas ni roces, que acordaron abordar dejando de lado la diplomacia de micrófono.
La decisión de Bogotá de comenzar en 2011 diálogos de paz con las FARC acercó más a los gobiernos de Colombia y Venezuela o, por lo menos, redujo las tensiones ante el interés de Santos de lograr un documento que marcaría la historia de su país.
El presidente de Colombia estuvo en la toma de posesión de Maduro en abril de 2013, lo que molestó a sectores de la oposición. La relación comenzó a deteriorarse cuando Venezuela cerró su frontera binacional en agosto de 2015 por considerar que supuestos paramilitares colombianos atacaron una zona de Táchira. El conflicto escaló hasta la OEA, donde no se debatió por solo un voto. Esto se superó pero no así los nexos.
La victoria de la oposición en las elecciones parlamentarias de 2015, la suspensión del referendo revocatorio contra Maduro argumentando una decisión de un tribunal penal que, según expertos, no tiene competencia electoral y de las elecciones de gobernadores aumentaron las tensiones regionales y Colombia cada vez calló menos.
En junio de 2016 votó a favor de escuchar en la OEA el informe elaborado por secretario general de la organización hemisférica, Luis Almagro, sobre la situación en Venezuela. Esto no gustó a Maduro.
En diciembre 2016 Caracas volvió a cerrar la frontera binacional bajo el argumento de que mafias colombianas sacaban del país los billetes de bolívares 100. Comenzó así una crítica hacia el esquema cambiario neogranadino en la frontera nacional y una crisis binacional que no se ha superado.
Caracas pareció que no contó con que ya se había cerrado el acuerdo de paz con las FARC y se había logrado el compromiso del Ejército de Liberación Nacional –segunda fuerza insurgente en Colombia- se sentara a negociar.
Las discusiones del caso Venezuela en la OEA contaron con el apoyo de Colombia, lo que molestó a Caracas. A esto se sumó su apoyo a comunicados de varios países del hemisferio en los que cuestionaban los resultados del diálogo, el poco compromiso del Gobierno con el cumplimiento de lo negociado y el respeto a la oposición.
Unos soldados venezolanos establecieron un campamento en una zona fronteriza del Arauca a finales de marzo de 2017. La tensión escaló mucho. Colombia dijo que estaban en su territorio y que tenían que salir. Un diálogo telefónico de alto voltaje, según el diario El Tiempo, de Bogotá, entre ambos mandatarios saldó la crisis con el retiro de los militares venezolanos.
Dos días después Colombia apoyó la realización de una sesión de la OEA para analizar el caso de Venezuela. El embajador alterno de Caracas, Samuel Moncada, atacó a muchos países presentes, entre ellos a Colombia, que respondió con fuerza que su preocupación eran los venezolanos. Al final, la sesión, que el Gobierno chavista ha denunciado como ilegal, se saldó con la aprobación por consenso de la resolución 1078 que reconoce que en Venezuela se produjo una ruptura del orden constitucional.